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La importancia de la selección del carácter en la cría responsable

El criador debe examinar la genealogía de los reproductores para calibrar las cualidades que aportan los ascendientes, y también los defectos. Un título de campeón no significa que un perro sea un buen reproductor y menos aún que sus hijos cumplan el estándar de la raza. Es muy importante examinar y estudiar sus camadas anteriores (instinto cinegético y rendimiento de sus hijos) y la calidad de sus antecesores. Conocer la impronta genética de un semental y saber si transmite las cualidades que consideramos apropiadas para compaginar con las de la hembra, es un paso hacia el éxito en la cría responsable.

La mejora de la raza se produce mediante una crianza técnica y científica, alejada de la improvisación y de la falta de criterios adecuados en nuestro plan de cría.

Para averiguar la calidad de un macho, no basta con conocer qué premios ha obtenido en competiciones caninas, ni que posea un temperamento adecuado a lo que se espera de su raza.

Es preciso analizar con posterioridad su descendencia con varias hembras diferentes. Serán sus hijos e hijas, con sus cualidades cinegéticas, su perfección morfológica y su temperamento adecuado, los que nos indicarán si el macho debe continuarse utilizando como semental.

Debemos marcar como objetivo que al menos un 50% de los hijos igualen o superen las cualidades del padre. Lo prudente es no utilizar nunca reproductores que presenten serias carencias de temperamento y carácter, sin olvidar que muchas veces parecen obtenerse mejores cachorros a partir de un pariente próximo al campeón, que del campeón mismo.

Cuando un macho reúne todas las cualidades para ser utilizado como semental, se dice que tiene casta. El término designa a un sujeto con la capacidad de producir descendencia con un notable parecido con él mismo. Científicamente un perro con casta será aquel individuo homocigoto para un grupo de genes que controlan un rasgo esencial de la raza. La pureza de la raza se conoce como homocigosidad.

Aunque esto nos llevare a otra discusión de genética, -la consanguinidad- merece un tratamiento específico y pormenorizado, previsto para más adelante y en donde tratar temas como coeficiente o grado de parentesco, endogamia/depresión endogámica, vigor híbrido/ heterosis, prepotencia genética, mejoramiento, selección por consanguinidad, homocigosis, heterocigosis, sistemas de apareamiento: inbreeding, "sib" (sister-brother), linebreeding, método estos consanguíneos o el outcrossing, entre ejemplares no consanguíneos cuando en el pedigrí existen cuatro generaciones hacia atrás sin parentesco.

Las ventajas de la cría con consanguinidades leves o moderadas son innegables. Que cada uno haga lo que quiera, pero consanguinidad y selección son las reglas básicas de la crianza para obtener ejemplares de superior calidad, de esta manera se fijan y homogenizan las razas.

Tópicos como que la consanguinidad produce deficiencias mentales, reduce el tamaño, vigor, fertilidad, etc. son aceptables en caso de endogamia muy cerrada y durante muchas generaciones. El genetista Kyle Onsttot llegó a afirmar: "El recelo infundado o la ignorancia científica llevan muchas veces a confundir consanguinidad con degeneración". Roy Robinson (Genética para Criadores de Perros), puntualiza: "La endogamia es inocua para animales inherentemente sanos y normales, pero merece la pena tomar algunas precauciones".

Y sobre todo, hay endogamias y endogamias, con muy diferentes grados de parentesco genético. Lo dicho no presupone que sea un defensor de los métodos consanguíneos de cría, al menos en su vertiente más próxima. Una consanguinidad leve o moderada, por ejemplo un mismo ancestro de aptitudes sobresalientes, que aparezca en los pedigríes de ambos reproductores, en la tercera, cuarta o quinta generación, con programa y plan de cría responsable, con índices correctores y seguimientos de los hijos, con elementos de ponderación altos sobre desviaciones e imprevistos del genotipo/fenotipo, linfatismo, infertilidad, pérdida de peso al nacer, etc., no solo no supone ningún inconveniente sino que es altamente deseable.

Con los ejemplares de razas de belleza se vienen utilizando sistemáticamente métodos de cría con consanguinidades muy próximas y continuadas, padres con hijas durante muchas generaciones, etc. Pero, en todo caso, la consanguinidad no produce -salvo algunas excepciones- individuos tarados. Lo que sí consigue es hacer aparecer o aflorar taras y defectos que estaban ocultos en el genotipo del perro, por lo que la homocigosis se limita a evidenciarlos al sacarlos a la luz; pero esas taras estaban ya ahí camufladas, a la espera del momento y combinación propicios para evidenciarse.

Podemos afirmar que a veces se da demasiada importancia al resultado en exposiciones, y no a la homogeneidad de la producción: un ejemplar campeón obtenido a base emplear diversas líneas de sangre completamente heterogéneas, en zootecnia casi no tiene ningún valor. Y también resulta peligroso para los descendientes que el ejemplar se haya obtenido con una consanguinidad demasiado “próxima”.

Todos sabemos que dentro de una misma raza se encuentran ejemplares de cualidades dispares. La cría selectiva responsable y una cierta consanguinidad persiguen mantener la pureza racial pero también obtener sujetos que manifiesten en grado superlativo sus cualidades. Esto no es tarea sencilla, de un lado el criador debe de obtener ejemplares de calidad superior a la media racial, y de otro perpetuar los logros a lo largo de generaciones de una misma línea de sangre.

La aparición aislada de un gran ejemplar carece de interés si no transmite sus virtudes a su descendencia sus virtudes. Las herramientas con las que cuenta el criador para sacar adelante esta tarea son la selección, la consanguinidad y el adecuado sistema de apareamiento recurriendo a los mejores sementales. El apareamiento generacional de animales de categoría inferior con sementales de alta calidad, tiene como objeto elevar la categoría de aquellos, método conocido por mejoramiento. Algunos clubes de raza imponen restricciones a la cría con determinados parentescos, buscando evitar un excesivo endogamismo.

El criador no debe de basarse en el fenotipo (apariencia) de los progenitores; más bien debe de hacerlo en el genotipo (patrimonio genético) del mayor número posible de perros de su familia (ascendientes, descendientes, colaterales). Un perro puede ser hermoso "por casualidad" sin que el título de campeón quiera decir nada. La apariencia del perro solo es significativa normalmente cuando es el producto de apareamientos consanguíneos. En este caso, lo más probable es que su patrimonio genético esté poco enmascarado.

Los progenitores se han de escoger siempre con el máximo cuidado. Los errores del principio son los más graves. Deben de complementarse de modo que se mejore un punto débil en uno de ellos mediante la cualidad correspondiente en el otro progenitor. Resulta muy nefasto que los dos progenitores presenten el mismo defecto, sean cual sean sus demás cualidades.

El desarrollo de cualquier ejemplar no depende solo de la herencia sino también del medio; la mala nutrición, la falta de cuidados, o un mal entorno sanitario o afectivo, pueden impedir que se realice un buen programa genético.

La cría responsable no responde solo a una ciencia, también es un arte. El criador debe de tener intuición -un buen ojo clínico-, cuestión que no se aprende en los libros sino que se adquiere a lo largo de años de observación, guiados por la experiencia, el amor y la afición a los perros. Debemos tener siempre muy presente el estándar de la raza en todo su conjunto, y el carácter debe ser uno más de los objetivos a preservar en una la cría responsable. Recogemos el testigo que nos entregan los ancestros con sus ejemplares y somos los responsables del testigo que entreguemos.

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